Autor: Francisco Font
Adqualitatem
Fecha:31-10-2013
Fuente: GestionRestaurantes.com
Resumen:
En el mundo empresarial se cometen errores que nos conducen a una mala eficiencia en las organizaciones. Malas praxis que nos avocan al infierno del olvido y a una posible desaparición. Haciendo un símil de la obra de Dante " La Divina Comedia” con los restaurantes, el recorrido desde “el cielo de la excelencia hacia los abismos de la incompetencia” se camina a través de los siete pecados capitales que toda persona o empresa puede llegar a cometer. Nuestro objetivo es evitar caer en ellos, ya que normalmente son intrínsecos a la característica humana y en consecuencia a la actividad que desarrollamos. Veamos cuales son:
Aquel restaurante que siempre desea más, sin razonamientos empresariales. Todo lo asimila, incorporando nuevas tendencias sin pensar si estas son apropiadas a su estructura organizativa.
Es una empresa que no selecciona, devora “pensando con el estómago y no con la cabeza”. No dispone de ningún plan, carece de misión y visión empresarial y deambula sin un objetivo claro. Acabará con un “exceso de peso” que no le permitirá tener flexibilidad de adaptación, tan necesaria en un mercado cambiante como el actual.
En otras ocasiones ya hemos contado la necesidad de contextualizar bien nuestro negocio, dándole entidad y personalidad a nuestra oferta. No pretendamos incorporar todos los perfiles de clientes posibles, debemos seleccionar aquellos que se adecuen a nuestro proyecto empresarial.
Avaricia: afán de poseer riquezas para atesorarlas.
La prioridad de esta empresa es hacer dinero. Solo se centra en los beneficios, dejando a un lado las inversiones, la obertura de nuevos mercados y la mejora de los sistemas de gestión.
Carece de ilusión, de sentimiento y no disfruta de los logros obtenidos. No pone pasión ni empeño en lo que hace. Todas sus actuaciones están encaminadas para conseguir un único objetivo, el de ser rentable, por encima de su público, de su oferta gastronómica y de sus empleados.
Son restaurantes condenados al fracaso, sus clientes estarán descontentos con el servicio recibido, sus productos no serán competitivos y tendrán a su personal desmotivado.
Envidia: tristeza por el bien ajeno y alegría ante su mal.
Existen restaurantes que viven pensando en los otros. No aprecian lo propio y sobrevaloran a sus competidores. Nunca buscan potenciar sus fortalezas y mejorar día a día para conseguir satisfacer a sus clientes. Siempre están criticando a los otros establecimientos con el fin de perjudicarlos, sin ningún enfoque constructivo y únicamente con un afán destructivo.
Nuestro establecimiento tiene que tener unas estrategias y objetivos bien definidos, con un personal orgulloso de pertenecer a él, implicado en el proyecto y con un compromiso claro para lograr llegar a la meta.
No perdamos nuestro rumbo y esencia pretendiendo ser más y mejores que los demás.
Ira: deseo de venganza. Enojo, odio.
Hay algunas empresas que maltratan a sus proveedores, a sus colegas y empleados e incluso, aunque parezca mentira, a sus clientes. Se encuentran en una situación de enfado y descontento permanente. Restaurantes que abusan de su situación de poder frente a sus distribuidores. No ven colaboradores en la competencia, sino enemigos a los cuales hay que destruir.
En contadas ocasiones también observamos situaciones de mal trato hacia clientes, muchas veces debido a la falta de profesionalidad y a la ausencia de una competencia próxima. Afortunadamente hoy en día es una práctica que penaliza de inmediato al establecimiento ya que la oferta es muy amplia y variada.
Desconocen las más elementales normas de trato y cortesía con sus empleados, lo que provoca una fuga de profesionales bien cualificados. Debemos actuar con ejemplaridad ante quien nos observa, evitando confrontaciones y resolviendo conflictos.
Lujuria: deseo desordenado de lo sensual/sexual. Ansia de dominio.
Si trasladamos este pecado a la empresa, podríamos definirlas como aquellas que nos bombardean con promociones agresivas, invasoras e impersonales.
En un restaurante una buena campaña de publicidad será muy efectiva para la buena marcha del negocio. Siempre habrá un momento oportuno para efectuar un mailing, una promoción,...Se trata de evitar políticas basadas en la cantidad y no en la calidad.
Analicemos la demanda y no perdamos la perspectiva del mercado realizando actuaciones de carácter publicitario que sean improvisadas, atropelladas en los tempos y en las formas,… "Siempre es mejor escuchar antes que hablar"
Pereza: tristeza de ánimo. Negligencia, descuido, tedio de nuestras obligaciones.
Es un pecado que se observa con cierta frecuencia dentro del mundo de la restauración.
Establecimientos que se dejan llevar por los acontecimientos, sin ningún afán de ser pro-activos. No arriesgan, son inconstantes y dejan todo al azar, sin ninguna preparación ni plan de trabajo. Funcionan por “la ley del mínimo esfuerzo”, tienden a imitar a sus competidores y nunca destacarán.
Establecimientos que se dejan llevar por los acontecimientos, sin ningún afán de ser pro-activos. No arriesgan, son inconstantes y dejan todo al azar, sin ninguna preparación ni plan de trabajo. Funcionan por “la ley del mínimo esfuerzo”, tienden a imitar a sus competidores y nunca destacarán.
Esta estrategia funciona en un mercado creciente y en expansión donde prácticamente “todo vale”. Pero ante la situación actual de crisis, con una elevada competencia y unos clientes cada vez más exigentes, están condenados al fracaso. Son establecimientos mediocres que se dejan llevar por los vientos que soplan en cada momento. Hoy en día están en vías de extinción.
Soberbia: altivez, arrogancia, vanidad. Sentirse el centro del universo.
De todos los pecados que podemos cometer en nuestra empresa este puede ser el más contraproducente, ya que lleva a esta a crecer de una manera desorbitada. En un contexto como el actual, una estructura empresarial demasiado compleja supone un lastre difícil de llevar.
Algunos establecimientos consideran que están por encima de su público. Acostumbran a tener una visión muy sesgada de la realidad y olvidan que el motivo de su existencia son sus clientes. En ocasiones hemos escuchado expresiones de ciertos gerentes como: “yo sé lo que mi público necesita” “nosotros vendemos lo que queremos”. El creer que uno todo lo hace bien es un error.
Escuchemos las sugerencias que nos puedan llegar, tanto de nuestro equipo como de los clientes. Aceptemos las críticas y valorémoslas como una oportunidad para crecer y de mejora continua.
Definitivamente, evitemos pecar, tomemos conciencia de la situación actual y actuemos en consecuencia. Lograremos ser empresas competitivas y que aportamos valor a la sociedad.
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