Fuente: https://cincodias.elpais.com
La pregunta es obligada: ¿qué vino no es vegano? Parece
complicado que una bebida que se obtiene de la fermentación directa de la uva
pueda estar salpicada de productos animales. Por eso, entre los círculos
veganos, donde no se consume nada de origen animal, el vino nunca ha estado
bajo sospecha. Sin embargo, al escudriñar el proceso de elaboración de esta
bebida, es donde las cosas no parecen
estar tan claras. Sobre todo a partir de los últimos años, en los que la
sostenibilidad y el interés por la trazabilidad han aupado a los vinos
ecológicos, en cuya elaboración se prescinde de cualquier componente químico
externo al propio proceso.
Todos ellos actúan en el conocido proceso de clarificación, previo al
filtrado y al embotellado y posterior a la fermentación. “Cuando el vino tiene
que reposar, la bebida se muestra turbia y sucia, ya que tiene en suspensión
diversas partículas naturales”, continua Azorín. Lo más común es que sean
levaduras muertas que no se han disuelto, bacterias, pequeños restos de la uva
y de los racimos o, incluso, arenilla y polvo acumulado del campo y de las
bodegas. Durante el reposo, se busca que estos desperdicios bajen por su propio
peso hasta el fondo del depósito para filtrar después la parte de arriba.
Sin embargo, la caída de estas
sustancias no disueltas depende también de su tamaño. Las gruesas y más pesadas
lo hacen pronto, mientras que las que son menores, muchas veces imperceptibles, tardan más en hacerlo, a veces sin
llegar a conseguirlo. Además, al ser tan minúsculas, no pueden eliminarse
mediante procesos tradicionales de filtración.
La clarificación permite limpiar el
vino y controlar su acidez y color
Es aquí donde entran en acción estos
productos animales. “El mecanismo es simple. Se echan dentro del depósito en el
que vino está reposando, y al estar en suspensión con la bebida, van atrapando,
y en cierto modo engordando,
esas moléculas que la ensucian, precipitándolas hacia abajo”, cuenta Enrique
Concejo, de la bodega vallisoletana Concejo Bodegas.
El vino queda limpio, pero surgen
dos problemas. Uno es que los consumidores veganos no pueden optar a probar esta bebida, que ha entrado en contacto
directo durante varias semanas con estos componentes. Otro inconveniente es que
elementos químicos sustitutivos al cartílago o a la clara de huevo no pueden usarse en el mercado ecológico.
“Lo que hacemos nosotros es sustituir esos productos animales por otros
vegetales, como la proteína de guisante, que tienen el mismo efecto que estas
sustancias de origen animal”, añade. Así, el vino, además de ser ecológico, se
convierte en vegano.
Otra de las bodegas que elabora
varios de sus fermentados con estas técnicas es la gallega Martín Códax. Su
enóloga, Katia Álvarez, recuerda que salvo excepciones, “todos los vinos tienen
que ser clarificados para eliminar suciedades e inestabilidades”, además de para
perfeccionar el color y el nivel de acidez. “Prácticamente todos los nuestros,
desde 2006, son veganos, aunque además de la proteína de guisante podemos utilizar la de patata o la bentonita”,
un clarificante, este último, de origen mineral, proveniente de la arcilla.
Además de la proteína de guisante se
puede utilizar la de patata y bentonita
La más utilizada es la de guisante.
“Solo cambia el ingrediente. La clarificación se lleva a cabo exactamente
igual. Lo que hacemos es hidratar la proteína de guisante, mezclarla con el
vino y esperar entre una y tres semanas a que las partículas que enturbian
bajen”, explica Enrique Concejo. El único problema que este proceso entraña es
el coste de los materiales. “Al contrario de lo que pueda parecer, la proteína de
guisante, a día de hoy, sigue siendo
más costosa que la clara de huevo y el resto de clarificantes animales.
Además de que son más complicados de encontrar en el mercado”, asegura Pedro
Azorín.
Más allá de esto, poco cambia. “El
resultado final es similar. Puede que haya pequeñas diferencias, pero son casi
imperceptibles. Utilizamos estas proteínas precisamente porque son sustitutivas
y equivalentes. Las diferencias que haya las puedo notar yo como enóloga, pero
la inmensa mayoría de los consumidores, no”, señala Katia Álvarez. En el caso
de Concejo Bodegas, añade Enrique Concejo, con estos mecanismos, la bebida
incluso mejora. “Quedan vinos en boca mucho más suaves y elegantes”.
Sin
querer. A pesar del
crecimiento que están experimentando en el mercado los productos veganos, en la
mayoría de estos casos las bodegas no buscaban encontrar un producto apto para
estos consumidores, al menos al principio. “Nosotros comenzamos a elaborar
estos vinos en 2006 porque nos daba un resultado muy bueno. De hecho, no lo
hemos comunicado como tal, por eso tampoco hemos cuantificado su impacto”,
explica Katia Álvarez, de Martín Codax. Algo similar le ocurrió a Enrique
Concejo, de Concejo Bodegas, que descubrió este segmento al comenzar a operar
en el mercado ecológico.
Nuevos
consumidores. A pesar de
ello, las bodegas empiezan a darse cuenta del potencial que estos vinos tienen,
“sobre todo fuera de España, entre un público joven”, cuenta Concejo. “Los
clientes veganos cada vez tienen más opciones alimenticias, y el vino también
tenía que ser una de ellas”, asegura Pedro Azorín, de La Purísima.
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