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jueves, 26 de enero de 2012

La comanda Sudoku

Autor: Georgia Arnaus
Editora
Fuente: GestionRestaurantes.com
Fecha: 26-01-2012

Y llega el camarero y toma la comanda, normal. Se pierde en un abrir y cerrar de ojos, ¿normal? Somos muchos en la mesa; once para ser exactos y lo que le pedimos no cuadra. Cavilando en voz alta como si estuviera resolviendo un Sudoku, no parece divertirse jugando, pues ni siquiera nosotros entendemos nuestra propia comanda, debe ser un Sudoku de nivel. Al final el pobre hombre logra entenderse a sí mismo, y los clientes respiramos más o menos tranquilos. Quizás una leve sospecha de la rifa de platos que está a punto de empezar... Pero contentaos con el hecho, de que el camarero haya sudado el pedido y resuelto su particular Sudoku de nivel profesional, al que los menos habituados al juego no lograríamos resolver ni en un lustro.

Y llega el momento de servir los platos, todos tenemos nuestro boleto bien agarrado, esperando que el reparto no se convierta en una tómbola de feria, donde lo mejor que te puede tocar es la muñeca Chochona o la muñeca Repollo. Se empieza a escuchar los nombres de los platos y los comensales ganadores van alzando la voz reclamando lo que es suyo. Los demás aguardamos que en la próxima rifa haya más suerte. Una nueva oportunidad para ganar unas verduras a la brasa, una ensalada o unas alcachofas. Allí llegan; a lo lejos, los clientes que aún participamos en el juego, hambrientos y esperanzados, estiramos el cuello tal jirafa intentando avistar nuestro plato. La suerte nos acompaña esta vez, y cada cual recibe su primero. ¡Hemos ganado los once! Más relajados, con el estomago lleno, llega el turno de los segundos; confiando en el suerte que hemos tenido, nadie puede perder. Sin embargo y contra pronóstico, aquellos que habían pedido el entrecot poco hecho y al punto, reciben los platos intercambiados, y se dan cuenta demasiado tarde. Pero no hay quejas, pudo haber sido peor. Imagínense, se podrían haber confundido los primeros con los segundos, podrían haber traído platos que no se habían pedido, podrían haber olvidado alguno, incluso cambiar las comandas y traernos los platos de otra mesa.

Así que contentos y felices no había nada que decir. Pues presenciamos la increíble habilidad de un camarero capaz de resolver un sudoku imposible. Un privilegio ser testigo del posterior canto y el buen reparto de los platos. Asombroso fue el momento, en que nuestra comida se convirtió en una tómbola de feria; pues nadie, repito, nadie esperaba ganar su muñeca “Chochona”, sin embargo los boletos estuvieron más o menos bien repartidos y casi todos nos la llevábamos a casa. Una gran experiencia que hizo olvidar el pequeño detalle, de que la dichosa muñeca no gusta a nadie.

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