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martes, 1 de mayo de 2012

¿Cómo se llamaba aquel restaurante?


Fuente: GestionRestaurantes.com
Autora: Georgia Arnaus
Editora
Seguramente buscar el nombre de un restaurante no es tarea fácil. Habrá quien lo tenga muy claro desde el principio, y habrá quien no pare de darle vueltas, hasta el punto de convertirse en una obsesión. Pasa siempre, cuando tenemos que bautizar con un nombre que es de por vida, no es fácil escoger entre tanta variedad. Pues el nombre de un restaurante debe ser sobre todo recordable, que el cliente no lo olvide fácilmente: “Si, aquel local al que fuimos ¿Cómo se llamaba? Aquel que comimos tan bien, hombre…Lo tengo en la punta de la lengua”.


Por lo tanto como he dicho no es tarea fácil, pero aun es peor que gracias a la genialidad del diseñador del logotipo, o de la poca traza del rotulista, el nombre del local no se entienda ni en la puerta de entrada. Lo he visto varias veces, y una de dos: o el cliente se fija mucho para descifrar cada silaba hasta entender el nombre completo, con lo cual es posible que tras el esfuerzo no lo olvide en la vida , para bien o para mal. O que jamás recuerde el nombre de aquel restaurante, porque nunca lo supo. En tal caso la conversación iría así: “Si hombre aquel que tenía un nombre tan original, con aquellas letras… ¿Cómo se llamaba? ¡Ay! no sé, es igual… Tampoco recuerdo exactamente donde estaba, pero comimos muy bien”. ¡Lástima! Falló aquello que llámanos el “boca oreja” tan importante en nuestro sector. No hay algo más triste que comer bien en un restaurante y no saber cómo se llama, y no porque el cliente no lo intenté, más bien porque el propietario se equivocó contratado a un diseñador maravillado con el arte abstracto. Pues si no hemos sido capaces de ser originales con el nombre no queramos serlo con el diseño, y si el restaurante se llama “Pepito” que sea legible. Pero el colmo, es que además de no entenderse el nombre, la fachada del local no de pista alguna sobre que aquello es un restaurante, porque en busca de la estética más “cool”, parece más bien la entrada de un centro de yoga o una sala de masaje, con lo cual no es que cliente no vaya a recordar el nombre, es muy posible que ya ni entre.

Así pues si no somos capaces de bautizar a nuestro restaurante con un nombre original y recordable, no suplamos esa carencia imaginativa con un exceso de creatividad e inspiración artística resultado de un olvidable:“¿Cómo se llamaba?”, como tampoco apostar por el súper vanguardismo en las fachada a de nuestro local resultado de un desconcertante:”¿Esto qué es?”. Pues al final más vale un resultado tardío:“Ya está se llamaba “Pepito” y comimos de maravilla… y si no recuerdo mal está a la altura de….”. Como mínimo, aunque el cliente haya tenido que hacer un esfuerzo, ha podido recordar el nombre. 




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